miércoles, 19 de diciembre de 2018

¡NO MIRES¡


¡No miréis! Son mis piernas pero no las reconozco. Totalmente inflamadas. Así es como me pusieron los mosquitos la primera tarde de  nordic skate. Recuerdo que ciclando países nórdicos, en Dinamarca, también se ensañaron conmigo los mosquitos tigre aunque no de forma tan bestia. Se ve que les gusto mucho, porque solo fueron a por  mí a Nacho lo dejan tranquilo.


El calor de la tarde, el bosque, el río. Buscamos un lugar para acampar y dormir. Ya oscurecía, y nos metimos en un campo. Vimos que había una caseta de observación de aves, decidimos que podríamos pasar la noche allí. ¿Idílico, verdad? Atravesando el campo, algo fangoso, vino a mí una nube de mosquitos  que me atacó sin piedad. No hacía más que manotear, con una sola mano, ya  en la otra llevaba los patines. Nacho me los quitaba de encima. Eran muchísimos. Todos a mí. Subimos a la caseta, pero no estaba en condiciones, así que salimos de allí. Caminamos hasta encontrar un lugar aparente.  La noche fue aventura pura y dura. Montamos la tienda súper rápido, y nos metimos dentro. La temperatura bajó bastante, nos acurrucamos y tapamos con toda la ropa que llevábamos. Creo que todos los mosquitos de la zona se concentraron en el doble techo de la tienda. El zumbido era muy sonoro. Dormimos poco. Y claro, no pudimos salir en toda la noche, en fin. Ahora no reímos. En cuanto amaneció, nos acorazamos con toda la ropa, hasta la de lluvia para evitar más picaduras. Estrategia.  Desmontamos más rápido que nunca, hicimos una bola con la tienda, pensando que cuando llegásemos a un lugar alejado de allí, donde no hubiera esa mosquitada, la guardaríamos bien. Venían a la cara, a picar. Que malotas. Salimos a la urbe y llegamos bien la tienda. Mitad para cada uno. 
Buscamos una farmacia. Iba a tener que hacerme curas, así que la farmacéutica, asombrada, me aconsejó, y yo que no tomo ni una aspirina, en este ocasion, hice caso de sus consejos. 
Tan pequeñas las mosquitas y tan feroces. Tienen seis agujas. Dos de ellas, sierran la piel. Otras dos separan la piel. Las otras dos succionan la sangre. 
Autor de la imagen de Nacho
Y como hay muchas cosas bonitas para ver en el mundo, seguimos adelante. Adapté las correas a mis nuevos tobillos y continuamos. 

Schule Goethe


Hay muchas maneras de viajar, tantas como personas, cada cual elije su forma de hacerlo, la manera en que más disfruta del viaje, de la compañía y los momentos. Nosotros preferimos esta forma salvaje, exponernos a las condiciones de la naturaleza porque nos llena muchísimo. Lo imprevisible, nos activa ese mecanismo que está en nuestros genes, el mecanismo más primitivo. Y aunque no somos personas que vivimos en piloto automático todo el tiempo, tenemos ciertas rutinas que en el tiempo de nuestras aventuras, desaparecen. La percepción, la memoria y la forma de razonar tiene espíritu ahorrativo, y así se vive en la cotidianidad. Salir de ahí, de ese estado diario, exponernos, nos hace sentir el momento presente intensamente. Aunque no sean aventuras muy extremas, nos activa el modo supervivencia que como especie llevamos dentro. Notar el cambio de temperatura en la noche. Sentir como todo calienta y algunas flores se abren cuando el sol brilla en el cielo despejado. Escuchar como los animales se acercan a la tienda algunas noches. Las tormentas, el calor. Procurarnos el alimento, el agua. Todo eso en lugares desconocidos de los que no hay memoria y los sentidos van  a flor de piel, intentando no razonar con sesgos sino cuestionándonos todo. Eos y mucho más nos motiva a la hora de viajar así.





Autor de la imagen Nacho
Cuando acampamos, las piernas estaban peor, pero no hay dolor. En algunos momentos picaba y mucho. No hay que tocar cuando pica. Yo repetía en voz alta: pica, pica, pica, pero no lo tocaba. Hice mis curas, mañana, tarde y noche. Siete días más tarde comenzó a desinflamar, y poco a poco, me recuperé completamente sin haber tomado medicamentos. 
Acampamos en un hermoso lugar donde descansar.

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